lunes, 24 de mayo de 2010

Introducción

De momentos me dan esas terribles ganas de gritar al mundo lo que quiero, lo que busco, lo que pienso. Pasan los minutos y me doy cuenta de la inutilidad de mi pensamiento anterior. Expresar lo que uno realmente siente, bueno o malo, es algo para lo que los demás no suelen estar preparados. Y nos hundimos en mares de hipocresía y falsedades para no asumir determinadas cosas. No comprendemos el 'porque' de las actitudes de los demás, y simplemente juzgamos sin oponer a ese prejucio una lista de posibles prioridades que el otro tenga antes que nosotros. Es la guerra de las prioridades. Es la guerra por ocupar un puesto lo suficientemente importante en el corazón y en la vida del otro, para que éste pueda y quiera dejar todo cuando lo necesitamos. ¿Qué nos hace tan diferentes, el uno del otro? ¿Cuántos somos los que sabemos exactamente cuales son las prioridades, y las reglas a seguir en caso de que alguna de estas personas sufra determinada cosa, buena o mala? ¿Hasta que punto nos conformamos con dar? ¿Que sucede cuando un corazón se rompe por no recibir respuestas del 'otro lado'? Las voces de mi alrededor, dicen que debo dar más prioridad a mí, dar más tiempo a mis pensamientos y a mis sentidos para redescubrirme y poder entender de una vez por todas el núcleo de todas estas ambiguas emociones que me invaden hace ya más de seis meses.