sábado, 23 de enero de 2010

Invertir bien mi tiempo.
Haberme ido con vos y solo con vos de vacaciones fue la mejor elección que tomé en estos últimos meses. Porque a nosotras nos hicieron las experiencias, la cotidianeidad y el mimetizaje luego de tantas horas juntas. Y eso se notó. Se notó que nos conocemos demasiado y que fue como estar acá, en los viejos tiempos, pero en un lugar muchísimo mejor.
Y despegarse, de todo eso que uno aferra a sí mismo, creyendo que por el solo hecho de aferrarlo no va a cambiar. Pero todas las monedas tienen dos caras, aunque nos cueste verlo la mayoría de las veces y la seca nunca la terminamos de aceptar.
Lo bizarro y extraño de todas las situaciones, o más bien de estas determinadas, es que fueron inesperadas y sin ningún tipo de coherencia. Porque por un efimero momento el tiempo pareció detenerse, y yo me encontraba con la persona que siempre ví en él, y me convencía a mi misma que estaba equivocada. Error. Mi intución nunca me ha fallado y las decisiones que uno ha elegido tomar, deben mantenerse firmes y no esfumarse ante el primer indicio de falso cambio.
Por otro lado ¿que pasa con los reencuentros?. Me cuestiono que pasa con todo eso que creíamos enterrado en un cajón y de repente salen a la luz los buenos recuerdos y las ganas de volverse a ver.
Que hago con todo ese cambio interno que ofrecés actualmente, más bien con moño y lindísimamente empaquetado. Si es un regalo, sería aceptarlo. Sólo espero que adentro no haya, otra caja de pandora. Porque creo conocerte, pero como dicen... Nunca se termina de conocer a las personas.
Me es inevitable proyectar por un segundo todas esas cosas que tuve en mente alguna vez para los dos. Cual efecto mariposa mi mente vuelve atrás e imagina todas las cosas que cambiarían si lo nuestro empieza a funcionar. Si la llave es la correcta y me gano el mejor viaje de egresados de todos. El egreso de la soledad.
En mi cabeza retumba un ¿A donde estás? Clave de Sol, como hago para saber que estos dos meses sin vos no son una amarga pesadilla de la que algún dia voy a despertar. Y voy a poder abrazarte y decirte una vez más todo lo que te quiero y lo mucho muy importante que sos para mí. Te extraño con el vacío del alma que implica no sentir a la persona que se fue, a la persona que encontré hace más de 10 años acariciándome el pelo y diciendome: todo va a estar bien.

Y como dijo el gran gallego, el estimado que aplaudí de pie en el templo del mejor club del mundo, con lágrimas en los ojos y una sonrisa de oreja a oreja:

MI MANERA DE COMPROMETERME, FUE DARME A LA FUGA.

Adiós.