lunes, 10 de enero de 2011

Histeria Siberiana

-El sur de la frontera, el oeste del sol –dijo. -¿Qué es eso de «el oeste del sol»? -Existe de verdad –dijo-. ¿No has oído hablar de la histeria siberiana? -No. -Lo leí en alguna parte hace tiempo. Creo que cuando iba al instituto. No logro recordar dónde, pero, en fin, era una enfermedad que sufrían los campesinos de Siberia. Imagínatelo: eres un campesino y vives solo en los páramos de Siberia. Trabajas la tierra un día tras otro. A tu alrededor, hasta donde alcanza la vista, no hay nada. El horizonte al norte; el horizonte al este; el horizonte al sur; el horizonte al oeste. Nada más. Todos los días, cuando el sol sube por el este, vas al campo a trabajar. Cuando alcanza el cénit, descansas y comes. Cuando se oculta tras el horizonte, al oeste, vuelves a casa y duermes. -Una vida muy distinta a la de llevar un bar en Aoyama. -Sí –dijo ella sonriendo. Y ladeó un poco la cabeza-. Muy distinta. Y eso, día tras día, año tras año. -Pero, en Siberia, en invierno, no se pueden cultivar los campos. -No, claro –dijo Shimamoto-. Durante el invierno te quedas en casa trabajando en cosas que puedas hacer en el interior. Y, al llegar la primavera, vuelves a salir al campo. Tú eres ese campesino. Imagínatelo. -De acuerdo. -Y entonces, un día, algo muere dentro de ti. -¿Algo muere? ¿El qué? Ella negó con la cabeza. -No lo sé. Algo. A fuerza de mirar, día tras día, cómo el sol se eleva por el este, cruza el cielo y se hunde por el oeste, algo, dentro de ti, se quiebra y muere. Y tú arrojas el arado al suelo y, con la mente en blanco, emprendes el camino hacia el oeste. Hacia el oeste del sol. Y sigues andando como un poseso, día tras día, sin comer ni beber, hasta que te derrumbas y mueres. Esto es lo que se llama histeria siberiana. Intenté representarme la imagen de un campesino siberiano caído de bruces en el suelo, agonizando. -¿Qué hay al oeste del sol? –pregunté. Ella volvió a negar con lo cabeza. -No lo sé. Tal vez no haya nada. O tal vez sí. En todo caso, es un lugar distinto al que está al sur de la frontera.
Haruki Murakami.