viernes, 5 de noviembre de 2010

DESNUDA DESPERTÉ.

Quedé desnuda.
Me descubrí frágil y desarmada, llena de grietas.
El mundo me aplastaba, no había espacio para más lágrimas, había que seguir.
Seguir la corriente, la voragine, y el desvelarse por las responsabilidades.
Sufrir, sufrir es de deprimentes, hay que 'estar pila', si estás bajón no le servís a nadie.
Yo no le quiero servir a nadie. Yo no sufro. Hoy festejo que vos estés allá mirandome.
Si claro, sería hipócrita si diría que eso era lo que más me hubiera gustado. Definitivamente no.
Es lo que el universo, y Dios me dió para esta vida. Y lo tengo que aprovechar.
Y te aprovecho en la luz, en las ganas de despertarme a la mañana, en la integridad pura que siempre me transmitiste.
En las risas, en las canciones y en todo eso que por donde quiera que mire, me vincula con vos a mi alrededor.
Alrededor, hacia allí miro. Me encuentro dando vueltas sobre cosas que sé, no tienen remedio.
No puedo encadenarme a hacer justicia por las personas que lo merecen, todos sabemos con las cartas que estamos jugando. El mazo que nos tocó, hay que saber barajarlo.
Y no gané, y voy -99 en el chinchón hasta que despierto. Y empiezo a ver esas jugadas que antes no tenía en la mente.
Ahí arrancan mis -10.
Porque restar ahora, para mí, es sumar. Restar penas, personas, y tristezas.
Restar luchas incansables a pesos que ya, la verdad, no pesan. Ni piensan. Y si lo hacen, no lo hacen hacia el lado en que yo lo hago. Y se dividen los caminos, y lo acepto.
Resto, resto, sigo restando. Porque hasta casi 100 llegué, y cuando creí que la gota iba a rebalsar el vaso, desperté.
Y a restar llegué, porque cuanto más menos diez tenga mi chinchón, más difícil va a ser perder.